La oruga procesionaria, también conocida como oruga del pino, constituye un riesgo real no solo para muchas personas, también para nuestras mascotas.
Estas orugas están dotadas de unos pelillos urticantes que pueden soltar al aire al sentirse amenazadas. El contacto con ellos y sobre todo la inhalación o ingestión de esos pelillos puede tener consecuencias terribles para nuestro perro, pudiéndole causar incluso la muerte.
Durante los meses de febrero, marzo y abril es más frecuente el contacto con dichas orugas, ya que se encuentran en la fase en la que realizan esos desplazamientos tan singulares, unidas en fila y guiadas por una futura mariposa hembra.
Nuestros perros, curiosos por naturaleza, se sienten tentados a olisquear y lamer esos largos hilos en movimiento. Las consecuencias de esa acción van desde una necrosis de parte de la lengua hasta la muerte por asfixia, si el veneno llega a la laringe del can.
En caso de sospecha de contacto de un perro con una oruga procesionaria hay que acudir urgentemente a un veterinario. Normalmente la zona suele inflamarse y provocar dolor y escozor y es muy probable que el veterinario tenga que administrar cortisona de acción rápida.
Las orugas procesionarias suelen encontrarse en pinares, pero también habitan en los cedros y abetos, y, ojo, también pueden vivir en entornos urbanos, en los parques o jardines de nuestra ciudad.
Son especialmente peligrosas para los perros y los niños y aquellas personas alérgicas a su toxina Thaumatopina, aunque pueden provocar también molestias más leves en la mayoría de la población en forma de ampollas en la piel, irritación en oídos, nariz y garganta.
Estas orugas no suelen suponer un problema forestal serio porque, aunque causan cierta defoliación en los pinos, no suelen afectar a su desarrollo ni crecimiento. Es más un problema de salud pública.
Existen varias formas de controlar las colonias de orugas procesionarias, pero probablemente el método más efectivo y sobre todo ecológico es el que apuesta por la utilización de feromonas para capturar en trampas a los machos adultos reduciendo las posibilidades de cópulas.
Nosotros por nuestra parte trataremos de evitar cruzarnos en su camino, sobre todo hasta mayo, cuando se entierran en el suelo donde pasan a la fase de crisálida que culminará en el verano dando paso a las mariposas.
Vía: Best Animal Fundraising
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